lunes, 13 de enero de 2014

Nuestra Fábula

En ese momento, en menos de lo que dura un parpadeo, nuestro héroe se encontró solo en otro mundo que no conocía. Pero cual fue su sorpresa al comprobar que no era una persona, como en su Grecia natal, sino que se había transformado en un animal, y que ese animal formaba parte de una fábula. Una gran experiencia le esperaba.

El búho y el zorro

- NARRADOR: Era una tarde de otoño en un bosque algo retirado de la ciudad. El bosque era enorme y estaba cubierto con un manto de hojas diversas que daban un color espectacular y hermoso al paisaje. Allí entre el barullo otoñal se encontraba nuestro primer protagonista, un joven zorro con las orejas puntiagudas, los ojos pequeños y un pelaje que se mimetizaba con el entorno.

Este descansaba placenteramente bajo un árbol, cuando de pronto en uno de sus estiramientos para acomodarse vio a nuestro segundo protagonista. Estaba posado en una hermosa rama de un árbol enorme y centenario, el más grande y alto de todo el bosque. Allí se encontraba un viejo búho, que se llamaba Don Leandro. A nuestro joven zorro, que por cierto se llamaba Bum, le sorprendió el aspecto de ese búho, pues nunca había visto uno igual. Tenía unas viejas gafas redondas, con unos viejos cristales que tenían un ancho algo especial, y entre sus viejas alas tenía un viejo libro.

Bum se preguntó a sí mismo, ¿un búho con gafas?, ¿un búho que lee?, ¿estoy soñando?... El joven zorro, como su nombre indica, era algo vago y holgazán para la edad que tenía y sentía una gran pereza por acercarse a Don Leandro, pero por otra parte sentía una gran curiosidad por saber quién era ese búho, y bien merecía la pena interrumpir su descanso. Se puso erguido, se estiró cual pavo real, se sacudió su melena y emprendió su marcha hacia el viejo árbol centenario.

El búho, ensimismado en su lectura, comenzó a escuchar un siseo de fondo, pero no le dio importancia y siguió leyendo. Pero, de repente, comenzó a ser mucho más fuerte, aglutinándose con otras palabras, otros pronombres que inquietaban a Don Leandro. Después de unos juegos malabares con su libro ocasionados por esos asustadizos ruidos, cerró su viejo libro y comenzó a buscar de dónde provenían esos alaridos que bien le habrían ocasionado una lesión en una de sus patas. Miró a izquierda, a derecha, arriba, abajo…y de pronto ahí estaba, ahí encontró Don Leandro a Bum que le estaba profesando todo tipo de aspavientos.

-       BUM: ¡¿Eeehhh?!, ¡¿Eeehhh?!, ¡tú! ¡Tú, el de gafas!, aquí, estoy aquíiiii….

-       DON LEANDRO: ¿Eeeh, cómo?? Aaah, eres tú, joven zorro. ¿Qué quieres?, ¿Qué te ocurre?, ¿A qué vienen todos esos gritos y siseos? ¡Cómo osas interrumpir mi grata lectura!

-       BUM: ¿Lectura? Pero, ¿qué es eso de la lectura? ¿Para qué sirve? Si solo son palabras que otros escriben cuando no saben qué hacer con su vida, cuando están aburridos, cuando están tristes, cuando su pareja les ha dejado…¡Son palabras que describen hechos que no son reales!

-       DON LEANDRO: (risas) ¡Ay, pequeño y joven zorro! Puedes tener algo de razón. Pero en realidad hay diferentes géneros literarios donde los autores expresan diversos sentimientos: tristeza, amor; a veces son libros de ficción, otros son de historia o de guerra… Por eso tienes que elegir el que más te guste, o incluso leer uno que no te guste mucho, pues aun así seguro que encuentras algo positivo. Yo por ejemplo estoy leyendo un libro de los animales que me pueden comer, y te puedo asegurar que no me gusta lo que estoy leyendo…(cara de terror...)

-       NARRADOR: Bum no quedaba muy convencido con las palabras que le decía Don Leandro. Le miraba algo atónito porque no llegaba a comprender por qué la lectura podía enseñar algo. Bum estaba algo cansado y comenzaba a tener hambre. Después de la charla de Don Leandro su apetito comenzó a rugir en sus tripas. Se despidió del viejo búho que se quedo ahí postrado en su rama y con su viejo libro y anduvo en busca de alguna presa que se pudiera llevar a la boca.

Inesperadamente, Bum se quedó quieto. Ante sus ojos se encontraban dos caminos. Comenzó a mirarlos algo extrañado, no sabía cuál elegir: ¿el de su izquierda, el de su derecha? …o... ¿era mejor darse la vuelta? Comenzó a inquietarse y de repente, cuál fue su sorpresa, ¡había un cartel! Ya sabemos que a nuestro joven zorro no le gusta leer pero su curiosidad por saber qué ponía le alertaba aun más. Hizo un esfuerzo y comenzó a leer:

Si tu sabes leer lo que yo pongo aquí, entonces sabrás elegir el camino por donde has de ir.
El camino de la izquierda frondoso y bello es,
el de la derecha oscuro y destartalado está,
más no te dejes llevar por las apariencias pues equivocado estarás.
Incierto, tenebroso, misterioso es
pero más seguro y recto el de la derecha será

El joven zorro consiguió leer y descifrar aquel cartel y comenzó a creer que la lectura puede enseñar un gran saber. Aunque puede ser algo pesado, aburrido o cansado el leer, solo hay que buscar aquella lectura donde las palabras nos entretengan, las historias nos diviertan y donde la interpretación nos enseñe una nueva lección.

Bum agradecido a Don Leandro no perdió más tiempo, y en vez de pasarse las horas holgazaneando debajo de los árboles se iba con el viejo búho a descubrir las inmortales historias que guardaban aquellos viejos libros, sacando de cada uno de ellos una nueva enseñanza que le ayudaba en el día a día.

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