lunes, 13 de enero de 2014

Nuestro Mito Creacionista

La Tierra, antes de ser Tierra, no tenía nombre. Se componía únicamente de sensaciones, emociones, necesidades e incertidumbres. Los seres vivos que la habitaban cumplían sus funciones vitales como un automatismo, al igual que los planetas se deslizan en sus órbitas. Las plantas y los árboles se encargaban de la estética, y los animales, de su supervivencia. Los antepasados de los hombres, de lo que hoy somos, se comunicaban con gritos y sonidos… pero ignoraban por completo la existencia de ese tesoro llamado palabra.

Y así pasaba el tiempo, sin ser tiempo, cuando la Tierra no era Tierra, sino simplemente lo que nos rodea. Y en ese mundo sin nombre vivía el héroe de nuestra historia. Una noche de luna llena, volviendo de una cacería, habiéndose perdido en el extenso universo que trae consigo la oscuridad plateada, tuvo que buscar refugio en una cueva para mantenerse a salvo de los depredadores o de otros como él. Encendió un fuego para darse calor y no morir congelado. Sentado junto a la fogata, con el cuerpo cansado, miró entonces al cielo y la vio. Teñía todo el horizonte de su color de plata, prestando su magia y su misterio al mundo. Fijó su mirada en ella y se inmiscuyó en hondas reflexiones… era una sensación extraña para él, pues por primera vez notaba la fuerza de la incertidumbre, de lo pequeño de su existencia, de la falsa ilusión de su poder. Su mirada, podría decirse que hipnotizada, quería ser amiga de aquel foco brillante colgando, en medio de la nada, quién sabía cómo. Cuanto más la miraba, más claro tenía que, de alguna manera, esa piedra misteriosa, centinela de la oscuridad, guiaba sus vidas. Quería apartar la vista, pero no podía, pues una fuerza inconsciente se lo impedía, y poco a poco, su boca empezó, sorprendentemente, a intentar darle nombre a aquella amiga:

LLLLLLLLLL……………UUUUUUUUU……….NNNNNNNN………AAAAAA

Dijo…
LLLLLLUUUUUUUUU……NNNNNNN……..AAAAAAA

Repitió…
LUUUUUUUNNNNNNN……AAAAA

Se sorprendió a sí mismo…..
LUNNNNNAAAAA
LUNNNNNNA
LUNA

¡LUNA!- Gritó con todas sus fuerzas, haciendo llegar su voz a todos los confines de su ignoto mundo.
Y así fue como, según nos contaron los vientos, nació la primera palabra…
Y el mundo, desde aquel entonces, nunca volvió a ser el mismo.

En su afán por experimentar con aquel nuevo poder, aquel poder de la palabra que había descubierto, empezó a poner nombre a todas las cosas que conocía: así nacieron el Sol, la Tierra, las Nubes, el Agua, la Vida, la Voz… pero también las Dudas. ¿Era él el único con ese don? ¿Era él el único capaz de sacar, desde lo más profundo de su alma, aquellos sonidos balsámicos? Comenzó entonces a caminar por el mundo y se dio cuenta de que el resto de sus semejantes no tenían esa capacidad… preocupado por sentirse incomprendido, decidió que debía dar a conocer aquel poder…entonces, empezó a juntar palabras y, antes de que se diese cuenta, habían nacido las Historias.
Y así, poco a poco, todos los antepasados de los hombres empezaron a hablar, y a poner nombre a las cosas… pero no sabían escribir y todo lo que decían viajaba por el aire, sin permanecer infinito, y con el riesgo de desaparecer cuando la Muerte les alcanzase.

Nuestra Leyenda

            Habían pasado muchos Años desde que nuestro héroe diese nombre a la Luna. Y sin embargo, las palabras seguían siendo creaciones sociales, de voz, que se perdían en la maraña de los tiempos.

Los Seres Humanos habían cambiado de aspecto… seguían siendo semejantes a sus remotos antepasados, pero tenían menos pelo y su postura era más erguida. Además, todos ellos tenían ya la capacidad de hablar, y se podían Comunicar con otros iguales a ellos. Así evolucionó el mundo y así lo hicieron sus habitantes más pensantes. Generación tras generación, la sangre de nuestro primer héroe, aquel que por primera vez pronunció una palabra, seguía existiendo en sus descendientes. Su estirpe se había desperdigado por el ancho mundo, y uno de estos descendientes nació en la antigua Mesopotamia, en la cultura sumeria. Viendo que los Seres Humanos cada vez ponían nombre a más cosas, sintió la necesidad de transcribir lo que oía  e inventar unos símbolos que todo el mundo pudiese ver y relacionar con el sonido de la voz.

Temiendo no ser comprendido por sus semejantes, viajó por el mundo en busca de un lugar tranquilo en el que poder hacerlo. Sin saber que uno de sus antepasados había sido el primero en dar nombre a las cosas, sentía sin embargo que su Destino estaba, de alguna manera, en el pasado y el futuro de la Palabra. Tras visitar muchas tierras y conocer palabras que nunca había escuchado, un día llegó a una cueva que le pareció perfecta para reflexionar y dar forma a su idea. Estaba, sin saberlo, en aquella misma cueva desde la que nuestro primer héroe puso nombre a la Luna. Allí hizo un fuego y esperó a que anocheciese. La Luna, queriendo ser protagonista de esa noche, apareció también llena sobre el horizonte. Nuestro nuevo héroe, sentado en una fría roca, jugaba con un palo sobre la tierra que tenía a sus pies, dibujando formas sin sentido… pero entonces sintió también una llamada de plata, un susurro nocturno, que le hizo mirar hacia arriba. “¿Qué quieres de mí?”, gritó. “Necesito silencio para llevar a cabo mi propósito”. Y entonces, como si la Luna le estuviese dando la clave de su secreto, nuestro personaje fijó la vista en ella y pudo ver sus cráteres… “Formas… formas que responden a sonidos…” Y antes de que se diese cuenta, a sus pies, sobre la arena que había a la entrada de esa cueva, resaltada por el brillo del fuego, el palo que sostenía en sus manos había escrito la palabra “Belleza”. Y en ese momento, como por arte de magia, un fuerte viento, proveniente de la cueva, apagó el fuego, movió las nubes hasta tapar la Luna y consiguió el silencio en el ancho mundo, como si el tiempo se hubiera parado. Asustado, nuestro héroe se puso en guardia, sosteniendo con fuerza su palo. Del fondo de la cueva, una luz tenue, rosada, sinuosa, fue alumbrando todo suavemente, transmitiendo una sensación de tranquilidad jamás experimentada por nadie hasta la fecha. La luz fue creciendo y, sin saber cómo, se transformó en una figura humana, una hermosa figura femenina, como surgida de la imaginación para justificar el mito de la perfección.

Nuestra Epopeya

Mucho tiempo más tarde, uno de los descendientes de esta estirpe, fue estudiante en la antigua Grecia. Y él, pese a que el destino de los de su estirpe le tenía preparados grandes logros en el camino del conocimiento renegaba de ello. Hasta que un buen día, todo cambió.

Personajes: HÉROE y DIOS.

HÉROE
Muchos años llevo ya estudiando mi idioma, el griego,
en academias y escuelas de maestros de renombre,
a las que van los jóvenes para volverse sabios.

Allí pasan las horas en busca de conocimientos
para poder dejar la huella de su ser en el tiempo,
y sin tener en cuenta dictados de los sentimientos.

Y yo, que me cansé de esa pedantería inútil,
prefiero concentrarme en lo vulgar, lo fugaz, lo fútil.
Desprecio la lectura, y la cultura de este mundo,
pues no sirven de nada más que para perder el tiempo;
prefiero vivir la vida con diversión y placer
pues a mi entender todo ese saber no merece ser.

¿Más quién es este ser que aparece ante mí? ¿De dónde surge?
Me temo que me va a soltar un rollo de esos que aburren.

DIOS

Aunque tú, pobre mortal,  no me conoces, yo a ti sí.
Desde que te parió tu bendita madre te seguí.

Los pedagogos dicen que tienes grandes facultades,
que manejas las palabras sin tener dificultades;
de todos son sabidas, además, tus grandes bondades,
que no son más que el fruto de tu corazón, rojo y grande;
paciencia tienes para guiar a la gente por el bien,
y para escuchar a quienes lo necesita también.

HÉROE

Poco me conocéis si creéis que yo tengo esos dones,
como mejor paso el tiempo es tocándome los...

DIOS

Lo llevas en la sangre, aunque tú no seas consciente,
pues entre tus antepasados se encuentran grandes gentes.
Pero si tú, querido amigo, piensas que la cultura,
aspecto afín al hombre como también lo es la locura,
es algo baladí, permíteme decirte, entonces
que aunque muy rico seas, tu espíritu morirá pobre.

Así que si me lo permites, consejo te diré:
emprende un viaje conmigo y en él te descubriré,
lo bueno que las palabras aportarán a tu ser.
¿Qué me dices?

HÉROE
Que no quiero acabar comiendo perdices.

DIOS
Ten en cuenta que es tu destino.

HÉROE

Menudo desatino.

DIOS

Y que no puedes escapar de lo que escrito está.

HÉROE

En este caso lo que tenga que ser, en fin... será.
Llévame pronto de viaje que no lo quiero pensar.

DIOS

No temas, mortal humano, que no te arrepentirás.

Nuestra Fábula

En ese momento, en menos de lo que dura un parpadeo, nuestro héroe se encontró solo en otro mundo que no conocía. Pero cual fue su sorpresa al comprobar que no era una persona, como en su Grecia natal, sino que se había transformado en un animal, y que ese animal formaba parte de una fábula. Una gran experiencia le esperaba.

El búho y el zorro

- NARRADOR: Era una tarde de otoño en un bosque algo retirado de la ciudad. El bosque era enorme y estaba cubierto con un manto de hojas diversas que daban un color espectacular y hermoso al paisaje. Allí entre el barullo otoñal se encontraba nuestro primer protagonista, un joven zorro con las orejas puntiagudas, los ojos pequeños y un pelaje que se mimetizaba con el entorno.

Este descansaba placenteramente bajo un árbol, cuando de pronto en uno de sus estiramientos para acomodarse vio a nuestro segundo protagonista. Estaba posado en una hermosa rama de un árbol enorme y centenario, el más grande y alto de todo el bosque. Allí se encontraba un viejo búho, que se llamaba Don Leandro. A nuestro joven zorro, que por cierto se llamaba Bum, le sorprendió el aspecto de ese búho, pues nunca había visto uno igual. Tenía unas viejas gafas redondas, con unos viejos cristales que tenían un ancho algo especial, y entre sus viejas alas tenía un viejo libro.

Bum se preguntó a sí mismo, ¿un búho con gafas?, ¿un búho que lee?, ¿estoy soñando?... El joven zorro, como su nombre indica, era algo vago y holgazán para la edad que tenía y sentía una gran pereza por acercarse a Don Leandro, pero por otra parte sentía una gran curiosidad por saber quién era ese búho, y bien merecía la pena interrumpir su descanso. Se puso erguido, se estiró cual pavo real, se sacudió su melena y emprendió su marcha hacia el viejo árbol centenario.

El búho, ensimismado en su lectura, comenzó a escuchar un siseo de fondo, pero no le dio importancia y siguió leyendo. Pero, de repente, comenzó a ser mucho más fuerte, aglutinándose con otras palabras, otros pronombres que inquietaban a Don Leandro. Después de unos juegos malabares con su libro ocasionados por esos asustadizos ruidos, cerró su viejo libro y comenzó a buscar de dónde provenían esos alaridos que bien le habrían ocasionado una lesión en una de sus patas. Miró a izquierda, a derecha, arriba, abajo…y de pronto ahí estaba, ahí encontró Don Leandro a Bum que le estaba profesando todo tipo de aspavientos.

-       BUM: ¡¿Eeehhh?!, ¡¿Eeehhh?!, ¡tú! ¡Tú, el de gafas!, aquí, estoy aquíiiii….

-       DON LEANDRO: ¿Eeeh, cómo?? Aaah, eres tú, joven zorro. ¿Qué quieres?, ¿Qué te ocurre?, ¿A qué vienen todos esos gritos y siseos? ¡Cómo osas interrumpir mi grata lectura!

-       BUM: ¿Lectura? Pero, ¿qué es eso de la lectura? ¿Para qué sirve? Si solo son palabras que otros escriben cuando no saben qué hacer con su vida, cuando están aburridos, cuando están tristes, cuando su pareja les ha dejado…¡Son palabras que describen hechos que no son reales!

-       DON LEANDRO: (risas) ¡Ay, pequeño y joven zorro! Puedes tener algo de razón. Pero en realidad hay diferentes géneros literarios donde los autores expresan diversos sentimientos: tristeza, amor; a veces son libros de ficción, otros son de historia o de guerra… Por eso tienes que elegir el que más te guste, o incluso leer uno que no te guste mucho, pues aun así seguro que encuentras algo positivo. Yo por ejemplo estoy leyendo un libro de los animales que me pueden comer, y te puedo asegurar que no me gusta lo que estoy leyendo…(cara de terror...)

-       NARRADOR: Bum no quedaba muy convencido con las palabras que le decía Don Leandro. Le miraba algo atónito porque no llegaba a comprender por qué la lectura podía enseñar algo. Bum estaba algo cansado y comenzaba a tener hambre. Después de la charla de Don Leandro su apetito comenzó a rugir en sus tripas. Se despidió del viejo búho que se quedo ahí postrado en su rama y con su viejo libro y anduvo en busca de alguna presa que se pudiera llevar a la boca.

Inesperadamente, Bum se quedó quieto. Ante sus ojos se encontraban dos caminos. Comenzó a mirarlos algo extrañado, no sabía cuál elegir: ¿el de su izquierda, el de su derecha? …o... ¿era mejor darse la vuelta? Comenzó a inquietarse y de repente, cuál fue su sorpresa, ¡había un cartel! Ya sabemos que a nuestro joven zorro no le gusta leer pero su curiosidad por saber qué ponía le alertaba aun más. Hizo un esfuerzo y comenzó a leer:

Si tu sabes leer lo que yo pongo aquí, entonces sabrás elegir el camino por donde has de ir.
El camino de la izquierda frondoso y bello es,
el de la derecha oscuro y destartalado está,
más no te dejes llevar por las apariencias pues equivocado estarás.
Incierto, tenebroso, misterioso es
pero más seguro y recto el de la derecha será

El joven zorro consiguió leer y descifrar aquel cartel y comenzó a creer que la lectura puede enseñar un gran saber. Aunque puede ser algo pesado, aburrido o cansado el leer, solo hay que buscar aquella lectura donde las palabras nos entretengan, las historias nos diviertan y donde la interpretación nos enseñe una nueva lección.

Bum agradecido a Don Leandro no perdió más tiempo, y en vez de pasarse las horas holgazaneando debajo de los árboles se iba con el viejo búho a descubrir las inmortales historias que guardaban aquellos viejos libros, sacando de cada uno de ellos una nueva enseñanza que le ayudaba en el día a día.

Nuestro Cuento Popular

Sin apenas tiempo para reaccionar, nuestro héroe se halló de nuevo en otro lugar. Parecía que el viaje continuaba. Abrió los ojos y un extraño personaje, entre grandes sollozos y con lágrimas en los ojos, se le acercó.

-¡Necesito tu ayuda!- le dijo.

-Pero, ¿en qué puedo ayudarte?- contestó.

-Estoy desapareciendo, soy un personaje de un cuento, y estoy desapareciendo.

-¡Qué cosa más extraña! ¿A qué se debe?

Entonces el personaje le explicó que su cuento había sido empezado a leer por una persona con corazón de niño, pero que a esta persona no le gustaba la lectura, y había dejado el cuento sin terminar, y por ese motivo estaba desapareciendo.

-¿Y cómo puedo ayudarte?

-Completando las palabras que faltan en mi historia, pues así seguro que se acabará mi cuento.

Entonces, a nuestro héroe se le ocurrió una idea buenísima. Como tenía ante sí a mucha gente, toda ella con corazón de niño, les presentó el cuento de este personaje y entre todos lo terminaron.

Nuestra Cantiga de Amigo

Cuando vuelvas a tierra, amigo de mi alma,
Desde azul profundo que abarca mi mirada,
¡que tu abrazo amoroso para siempre perviva!

Cuando vuelvas a tierra, amigo de mi vida,
Desde ese azul profundo que abarca mi alegría,
¡que tu abrazo amoroso para siempre perviva!

Cuando vuelvas a tierra, amigo de mi corazón,
Desde ese azul profundo que abarca mi dolor,
¡que tu abrazo amoroso para siempre perviva!